El Disgusto de Confrontar


Habrá momentos en la vida de cada obrero de Dios que tendrá que confrontar situaciones, que sean problemas o personas. A algunos  no les cuesta ser directos o confrontar problemas o personas. El confrontar es contra mi personalidad, pero he tenido que aprender a hacerlo para el bien de los demás. Es cierto que el Cristiano debe aprender a morirse a sí mismo y no tomar las cosas tan personales, pero como obrero de Dios, habrá momentos para confrontar la situación en lugar  de ignorarla. Es mucho más fácil ignorar algo en vez de confrontarlo, pero si el Señor te pone en una posición de liderazgo, una de tus responsabilidades principales es el bienestar de la iglesia o ministerio en la que estás sirviendo. Para el bien de las personas involucradas, el bien de la iglesia y tu propio bien, es importante confrontar (que sean problemas, situaciones, acusaciones, críticas o personas problemáticas) antes que crezca y hagan mucho daño. La meta de esta sección es dar ideas o ayuda si es que tienes que confrontar algo.



1.    Orar
Antes de hablar con la persona y confrontar el problema, es importante orar solo y pedir a Dios que te guíe, prepare tu corazón y el corazón de la(s) persona(s) involucrada(s). Si Dios “prepara el terreno”, siempre es más fácil hacer el trabajo. Nunca debemos agarrar el problema antes de hablar con Dios primero.

Una vez que oraste y estás por hablar con la persona, es muy sabio empezar la misma charla con la persona en oración. Es importante que la persona involucrada sepa que es tu deseo que Dios guíe y ayude en la conversación de la situación.


2.    Decidir solo Hablar si Amas a la Persona
Dios nos manda amar a nuestro prójimo. Como un obrero de Dios, nunca debemos confrontar a una persona si es que no amas a la persona. Si confrontamos algo con amor por la persona, hará toda la diferencia en el mundo. El problema con muchas confrontaciones es que vemos a la persona como un problema o un número más, pero la persona es un alma por quien Cristo murió, es mi hermano/a y, en la obra de Dios, es mi responsabilidad cuidar, guiar y ayudar.


3.    Escoger el Lugar Adecuado
En una oportunidad, hablé con una persona en un lugar público y cuando la persona reaccionó mal, no quise continuar – el lugar no era el lugar adecuado.

Si tienes una oficina, un aula en la iglesia o unas sillas atrás en el templo cuando todos se fueron.


4.    Tener un Testigo Presente
Aunque hay que tener cuidado que no parezca que estás con un grupo para atacarle, es mi experiencia que tener a otra persona para ser de testigo es de mucha ayuda. No lo digo porque puede haber una pelea sino porque es fácil que si la otra persona se enoje y salga, pueda decir que le trataste mal … pero si hubo un testigo, son dos personas que saben de la situación.


5.    Empezar con Preguntas y no con Acusaciones
Pregúntale a la persona si hay algo que tú puedes hacer para ayudarle. Después pregúntale y que explique la situación. Si preguntas, sabrás toda la historia y no solo lo que escuchaste o lo que piensas. Si preguntas, es posible que la persona con quien estás hablando no es la persona problemática o no está solo o no es como fue dicho. Y de todos modos, si no lo viste personalmente, no lo puedes acusar aunque piensas que tienes suficientes pruebas. Es mejor preguntar y permitir a la otra persona explicar lo que está sucediendo.


6.    No Atacar a la Personas sino Confrontar el Problema
Aun si sabes muy bien que tienes la persona adecuada y la persona es culpable, recuerda que tu meta es solucionar el problema no destruir a la persona.


7.    El Deseo es Resolver y/o Restaurar
Si la persona ha pecado u otra ha pecado, deseamos ayudarles a los que pecaron – las personas no son trapos que se puede tirar, son almas por las cuales Cristo murió. Si necesitan ser disciplinados (sea públicamente o en privado), ayúdale a ser restaurado. No estoy diciendo que ignores la situación, hay que corregirlo, pero se puede ayudar a los involucrados; y el o ellos que tienen que ser restaurados.


8.    Tener un Plan de Acción
Antes que termine la charla, ten un plan de acción, es importante – Y ahora que hablaste, ¿Qué debe hacer la persona? ¿Cómo puedes tú o como puede la persona resolver este problema, pecado o malentendido? Suena simple, pero si terminas la reunión sin tener un plan de lo qué vas a hacer, en sí la charla fue en vano.



Hay momentos para dejar pasar por alto ciertas cosas y hay otros momentos para confrontar una situación. Sabiendo que eres responsable por lo que sucede en tu ministerio, pide a Dios sabiduría para confrontar lo necesario, háblalo en amor y cuida el ministerio que Dios te dio con celo y amor.



Para Servir,

Jeffrey Bush

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