Amando a la Gente



La lección que veremos hoy es algo que todos sabemos, pero no siempre hacemos. La lección tiene que ver con “amar a la gente”. Parece algo muy simple y no tan necesario para estudiar, pero la falta de este elemento importantísimo puede ser la diferencia entre el éxito y el fracaso de nuestros ministerios.

Antes que yo llegase al país de Argentina, estudié mucho sobre el país, sobre la gente y la cultura. Estudié cómo al argentino le gusta su mate, su fútbol y su asado. Me enamoré con la cultura y la gente aun antes de pisar la tierra Argentina. Pensé que sabía lo que era el amar a la gente, pero poco tiempo después de llegar a Argentina, aprendí que el argentino tiene mucho en común con el norteamericano, el peruano y todos los países que existen. El argentino tenía su humor, sus fallas, sus malos hábitos y costumbres – el argentino es un ser humano como todos. Por nada en el mundo estoy hablando mal de un grupo de personas, sino que quiero usar mi ejemplo propio para hacer más clara la lección: el amar a la gente no es una emoción del momento sino una acción constante. Es fácil decir que amamos a alguien, pero hasta que lo mostremos, son nada más que palabras vacías.

Como Cristianos, Dios nos manda a amar a los demás (I Juan 4:7-8, 20-21) y aun nos enseña que el mundo creerá cuando vean el amor de Dios en nuestras vidas. Lamento decirlo, pero mi “amor” por mucho tiempo era nada más que una emoción. Una emoción cambia cuando no es conveniente, pero el amor sigue obrando porque es constante. Amar a la gente no es lo más fácil o divertido hacer, pero es de suma importancia para un hijo de Dios que quiere servir a Dios.

Cuando aprendí a amar a la gente, la gente empezó a aceptarme más. Por su puesto hay tiempo para decir lo que es pecado y malo, pero cuando hay amor, es mucho más probable que la gente conozca y crezca en nuestro Señor Jesucristo. Cuando aprendí a amar a la gente, aprendí que a la gente no le importaba tanto mi apariencia, experiencia y falta de inteligencia – solo querían ver mi amor. El amor puede cambiar una casa destrozada, un matrimonio destruido y gente distanciada de Dios. El amor puede hacer crecer a una iglesia y sus ministerios – tanto en madurez como en número.

Nuestro Señor Jesucristo amó a la gente y nos enseña a nosotros a cómo amarla (Mateo 9:36 y 15:32 es un ejemplo del amor que nuestro Señor que  tiene por la gente). Cada persona en nuestros ministerios es diferente, pero cada persona necesita ser animada, abrazada, respetada, fortalecida y… amada. Que sea rico o pobre o de cualquier nacionalidad, cada persona necesita ser amada – y Dios nos puso en sus vidas para mostrarles ese amor. Es mi intención animar a los lectores que busquen el amar más a las personas que Dios ha puesto en sus ministerios. ¿Cuándo fue la última vez que visitaste a una persona que Dios puso en tu ministerio? ¿Cuándo fue la última vez que llamaste o mandaste un mensaje de texto para animar a una persona? ¿Cuándo fue la última vez que invitaste a una persona a tu casa para tomar café o cenar? ¿Cuándo fue la última vez que escribiste una carta a una persona agradeciéndole por lo que hace o lo que es para tu vida? ¿Cuándo fue la última vez que simplemente mostraste amor a una persona? Es fácil molestarnos, enojarnos y reprender a una persona, pero debemos mostrarle el amor del Señor también. Alguien dijo que por cada vez que reprendas a uno, debes amarle o animarle 10 veces.

Carlos Spurgeon dijo que se puede atraer mas con miel (lo que es dulce) que con hiel (lo que es amargo). Nuestras iglesias, clases, familias y ministerios avanzarán mucho mas con amor que con cualquier otra cosa. El dinero, talento, inteligencia y experiencia no pueden reemplazar el amor. Que Dios nos ayude a mostrar amor a la gente que Él puso en nuestras vidas y ministerios. Que dejemos de decirles que les amamos y empecemos a mostrarles que les amamos.




Para Servir,
Jeffrey Bush

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